Natural de la comarca del Deza, Isabel Blanco Penedo no dejó de moverse desde que finalizó la carrera de Veterinaria, con estancias en Alemania, EEUU o Reino Unido. Hoy es investigadora de la Swedish University of Agricultural Sciences. Recientemente analizó en Lugo, en una jornada técnica sobre producción de leche ecológica, la relación que existe entre la salud del ganado y aspectos como la producción o el medio ambiente.
«El bienestar animal es el centro de tres pilares fundamentales de una explotación: el aspecto económico, el aspecto social y el aspecto ambiental», asegura. «Es difícil demostrar que el bienestar animal genera más beneficios, pero sí que es fácilmente demostrable que cuando no hay bienestar animal se generan más costes y, por lo tanto, se reduce la rentabilidad de nuestra explotación», argumenta.
Un factor clave para lograr un mayor bienestar del ganado es sin duda su descanso. De la vida diaria de la vaca, más de la mitad del tiempo lo pasa descansando (entre 12 y 14 horas), frente a las 6-7 que pasa rumiando, las 4-5 que echa ingiriendo alimento en hasta 19 tomas distintas o las 2-3 horas que pasa interactuando y relacionándose con las otras vacas.
«Hoy sabemos que las vacas que más producen no son las que más comen, sino las que más descansan
«Hoy sabemos que las vacas que más producen no son las que más comen, sino las que más descansan», asegura Isabel, que cuantifica esta relación: «Por diversos estudios sabemos que una hora más de descanso al día equivale a dos litros más de leche por cada ordeño», dice.
Entre los efectos beneficiosos del descanso en las vacas está una mayor irrigación en la ubre y, por lo tanto, mayor producción de leche, mayor salivación y, por lo tanto, mayor actividad del rumen, y mayor alivio de los pies y de las articulaciones.
”En suelos húmedos se producen más cojeras de los animales”
Isabel asegura además que «es muy importante diseñar las instalaciones pensando en el descanso y en el confort de los animales» y pone el foco sobre dos elementos: el suelo por donde caminan las vacas y los cubículos donde descansan. «El suelo es tremendamente importante porque las vacas tienen una memoria de tres años y si el suelo es resbaladizo y una vaca cae en el corredor de alimentación una vez, irá mucho menos por allí.
Además de no resbalar, dice, «hay que intentar reducir la humedad del suelo por el efecto negativo que esto tiene sobre el número de cojeras, dado que en suelos húmedos hay más cojeras», cuenta.
Desajuste entre el tamaño de la vaca y el del cubículo
En cuanto a los cubículos, defendió que «la cama tiene que estar seca y ser cómoda y su diseño debe ser el idóneo para evitar golpes y lesiones». En este sentido puso encima de la mesa el hecho de que en los últimos años «la evolución genética en las granjas hizo que el tamaño de las vacas fuera aumentando, produciéndose un paulatino desajuste entre el tamaño de los cubículos y el de las vacas, sobre todo en aquellas instalaciones más antiguas», describe.
En las explotaciones pasó un poco lo mismo que aconteció con el tamaño de los vehículos y las dimensiones de las plazas de estacionamiento en los aparcamientos antiguos. No se aventuró a dar una medida ideal de cubículo porque este variaría en cada explotación en función del tamaño medio de sus vacas, por eso recomendó que «para dimensionar bien el tamaño del cubículo habría que medir las vacas y adaptar el cubículo al tamaño medio de las vacas que tengamos», dijo.
Los animales sanos producen menos gases de efecto invernadero que los enfermos
«La ganadería puede ser sostenible ambientalmente», asegura, y pone el foco en un manejo adecuado de la superficie agraria de la explotación, con lo que se logrará que el suelo secuestre carbono y también que esté sano. «Un suelo sano favorece que haya animales sanos y los animales sanos producen menos gases de efecto invernadero que los enfermos», relata.
«Hay otros sectores que producen muchas más emisiones, pero sin embargo se pone mucho el foco sobre la ganadería», se queja esta investigadora, que evidencia que «la huella de carbono de la ganadería ecológica es menor que la convencional y, por lo tanto, su impacto sobre el cambio climático es mucho menor».
Mejores productores
«Los animales sanos son mucho más eficientes a la hora de aprovechar los recursos y transformarlos en leche» y, por lo tanto, más rentables, asegura. Y compara: «Nosotros, los humanos, cuando estamos enfermos producimos menos. Si por ejemplo nos duele un codo, trabajamos peor. Pues los animales igual. Las vacas cojas son animales muy expuestos a un dolor muy continuado, por lo que de manera consciente reducen su movilidad, comen menos y producen menos», argumenta.
Con datos de distintos estudios en la mano, explicó que «una cojera subclínica, a las que muchas veces no se da importancia en las explotaciones, está demostrado que tiene un impacto negativo de 600 euros anuales en ese animal por la merma de su producción».
Una vaca coja tiene un impacto sobre la producción de 600 euros al año
«En Europa tenemos unos índices de vacas cojas situados en niveles altos en ganadería convencional, próximos en algunos casos a las cifras que se dan en EEUU, donde el promedio de cojeras se acerca e incluso supera el 50% del rebaño», describe. La cifra es mucho menor en ecológico, relacionado directamente con el hecho de que las vacas salen a pastar.
Desde su experiencia en Suecia, donde hay ganaderías ecológicas desde hace más de 60 años, Isabel asegura que «para que la agricultura ecológica siga creciendo es fundamental la colaboración con la cadena alimentaria porque es necesario que el consumidor vea claramente que hay seguridad alimentaria en los productos ecológicos». También, dijo, «que los ganaderos perciban que hay un precio que es justo».