El 2022 quedará marcado en el calendario como un año negro en el monte gallego, igual que ya están el 2017, con 50.000 hectáreas ardidas en tres días de octubre, o el 2006, con más de 100.000 hectáreas calcinadas. Este verano, los incendios del Courel (Lugo) y los del Parque Natural del Invernadero y Valdeorras (Ourense) arrasaron más de 30.000 hectáreas en unos pocos días de julio, y como recuerdan en el sector forestal, “hasta octubre queda mucho partido por jugar”. Sin ir más lejos, hoy un gran incendio supera ya las 600 hectáreas en Verín (Ourense) y otro las 400 hectáreas en Arbo (Pontevedra).
Cómo afrontar las cíclicas olas de incendios, que previsiblemente se agravarán con el cambio climático. Tras la anterior ola de fuegos, el Parlamento gallego creó en el 2018 una comisión de estudio en la que participaron multitud de colectivos agrarios, forestales y ambientales.
Que se decidió hacer tras la ola del 2017?
Las conclusiones de la comisión parlamentaria se recogieron en un dictamen que hace propuestas tan útiles como, en ocasiones, difíciles de llevar a la práctica. Crear franjas sin arbolado en torno a núcleos de población y vías de comunicación, poner a producir las tierras agrarias abandonadas, impulsar la gestión conjunta del monte, ordenar los usos del territorio rural o promover discontinuidades con frondosas caducifolias en masas forestales de una única especie son algunas de las propuestas que recogía el dictamen.
Sobre esa base, Medio Rural inició líneas de trabajo como la creación de aldeas modelo o la aprobación de la Ley de Recuperación de Tierras Agrarias. El problema, el ritmo de avance de tales iniciativas se ve desbordado por la dimensión del problema. Galicia suma 2 millones de hectáreas de monte y tiene más de 30.000 núcleos de población, en los que se calcula que hay alrededor de 150.000 hectáreas de interface urbana/rural – forestal.
«Desaparecieron prados y tierras de labor alrededor de las aldeas y mucho monte quedó abandonado» (Jacobo Feijoo, Asefoga)
“Ya no se trata de la gestión forestal, estamos ante un problema integral de gestión del territorio” -valora Jacobo Feijoo, ingeniero de montes y responsable de la Asociación Sectorial Forestal Gallega (Asefoga), ligada a Unións Agrarias-. “En las últimas décadas no sólo cambió el monte, cambió el territorio. Ya no tenemos los prados y tierras de labor que teníamos alrededor de las aldeas y mucho monte quedó abandonado”, señala.
“La cuestión -enuncia Jacobo Feijoo- es que en el rural no hay gente suficiente ni la va a haber para gestionar el territorio. Este es el reto que tenemos por delante. ¿Cómo usar el territorio en el siglo XXI y generar protección de una manera indirecta?. Lo que claro está es que lo que no gestionemos nosotros, lo gestionará el fuego”, concluye.
Desde la Confederación de Organizaciones de Selvicultores de España (Cose) inciden también en el problema del abandono. “Sólo una gestión forestal sostenible, activa y continua, que revierta el abandono de los montes, podrá reconducir esta situación de grandes incendios forestales”, advierte el colectivo, que pide apoyos públicos para incentivar la gestión del monte.
Territorio mosaico
El dictamen parlamentario del 2018 abogaba por apoyar la ganadería extensiva, introduciendo más pastos en los montes, y por crear discontinuidades de masas de frondosas caducifolias en las plantaciones forestales de eucaliptos y pinos. Son medidas en las que hay consenso en el sector agrario y forestal, pero nuevamente, son más fáciles de poner en un papel que de llevarlas a la práctica en un territorio marcado por el minifundio, el abandono y por una cultura particular sobre cómo hacer las cosas.
“Junto con la creación de discontinuidades en las masas forestales, un reto claro es reducir el combustible que puede arder, para lo cual son precisos desbroces, podas y claras en los montes. Eso puede ayudar en condiciones normales, pero cuando hay fuegos como los que vimos estos días, con altas temperaturas, monte seco y viento, si los incendios no se controlan en un inicio llegan a un punto en los que quedan fuera de la capacidad de extinción y llevan todo lo que está por delante del frente de avance. Ahí ya da igual que un monte esté bien cuidado o que tenga masas de frondosas, porque van a caer igual si están en el frente de avance del fuego”, advierte Jacobo Feijoo.
El debate del pino ‘versus’ frondosas caducifolias
Los incendios del Courel, que entre otros hábitats, afectaron a las plantaciones de pino de la sierra, han reavivado el debate en torno a la vinculación de coníferas e incendios forestales. La Asociación para el Desarrollo Rural del Caurel pidió públicamente que se eliminen las subvenciones a las plantaciones de pino en la Sierra y en su entorno. Similar postura comparte la propia alcaldesa del Courel, Dolores Castro (PP), que se pronunció contra los pinos y a favor de potenciar las frondosas en el municipio.
El debate, que también afecta al eucalipto en otras áreas, se considera “cansino” en el sector forestal. Es una cuestión que desde un punto de vista científico está profusamente analizada. Una guía sobre los combustibles forestales elaborada por el Centro de Investigación Forestal de Lourizán aclara la cuestión.
Es cierto que las masas de eucaliptos y pinos presentan en general una velocidad superior de avance de los incendios, pero es falso que las frondosas no ardan, según concluía el trabajo. Las frondosas se queman igual, pero a una velocidad de avance menor y en general, con menor altura de las llamas. Dependerá también de factores como la estructura de combustible que tengan las masas (matorral, podas, rareos), pues podría haber regeneraciones naturales de frondosas con alta densidad en las que la velocidad de avance de las llamas sea incluso superior a la de un eucaliptal con poco matorral.
“El discurso que se está generando en Galicia contra los pinos sigue el mismo esquema que el que surgió en el ecologismo de Portugal” -analiza Jacobo Feijoo-. “En Portugal, el primer objetivo fue el eucalipto y desde la moratoria del eucalipto (2017), el foco se puso sobre el pino. La tercera fase que está surgiendo en Portugal es la de criticar toda repoblación forestal, que llaman ‘desierto verde’, y abogar por la renaturalización (‘rewilding’), es decir, por la peor opción que puede haber: dejar el territorio sin gestión. Eso es lo que arde, el abandono”, advierte.
Redes sociales
El debate sobre los pinos se dejó sentir también con fuerza en las redes, en las que el sector forestal trata de desmontar lo que considera mitos sobre los pinos.
A lo mejor pongo una obviedad pero creo es necesario:
Necesitamos productos forestales, y mejor locales que no de orígenes lejanos.
A partir de ahí, con ciencia, sostenibilidad y crecimiento, podemos entendernos.#gestiónforestal ✌️😊— educación forestal (@eforestal) August 1, 2022
Entiendo que ir contra aquello que te han dicho en la escuela, algún conocido con buena reputación, ¡incluso la universidad! puede producirte desazón esto:
1. Los pinos son autóctonos
2. Los pinos ni ninguna otra especie favorecen incendios
3. Cortar árboles no es malo— educación forestal (@eforestal) July 27, 2022
Es como si pongo esta foto (que se corresponde con un rodal de eucalipto no afectado por un incendio) y digo que los eucaliptos no arden y que sería recomendable ponerlos para no favorecer los incendios.
Repito, las especies no determinan un incendio. pic.twitter.com/H65ZOXyGwB— educación forestal (@eforestal) July 27, 2022
¿Un dispositivo de extinción insuficiente?
Los vecinos del Courel y de otras zonas afectadas por la ola de fuegos de mediados de julio se han quejado de manera reiterada de la carencia de efectivos de extinción y de medios aéreos. Vecinos y colectivos que se hicieron eco de las quejas consideran que hubo una respuesta “poco ágil” de los medios existentes, aparte de que las brigadas municipales, que podían servir de apoyo, estaban aún sin activar a mediados de julio.
“Hay que dar explicaciones” -valora Jacobo Feijoo-. “¿Qué se hizo, cómo estaban los dispositivos de extinción y cómo tenían que estar?. En el caso del Courel, lo que a nosotros nos llega desde los vecinos es que se falló en atajar el fuego de inicio. Aquello estuvo ardiendo varios días sin que se destinaran medios suficientes. Si eso fue así, habrá que depurar responsabilidades”, considera el secretario general de Asefoga.
El conselleiro de Medio Rural, José González, confirmó por su parte que comparecerá en el Parlamento para dar explicaciones, pero no antes de que pase la época de alto riesgo de incendios.
De otro lado, la Organización Gallega de Comunidades de Montes pidió en un comunicado un servicio de extinción más profesionalizado y que esté operativo todo el año, “no solo 6 meses”, a fin de aumentar su participación en trabajos de prevención.
El reto de prevenir el arrastre de tierras por las lluvias
La restauración de la superficie quemada tiene como primer reto la prevención de la erosión. “Podemos enfrentarnos a una segunda catátrofe si en pocas semanas tenemos fuertes lluvias. Es necesario que se acometan con urgencia trabajos de prevención de la erosión en los puntos críticos de las microcuencas afectadas por los fuegos: obstáculos transversales al paso del agua, empalizadas, etc.” -advierte Jacobo Feijoo-. “Si eso no se hace, pueden producirse daños importantes en carreteras, infraestructuras y núcleos del población”, concluye.
Técnicos del Centro de Investigación Forestal de Lourizán ya estuvieron en julio en el Courel analizando las medidas que es preciso adoptar. Queda ahora por ver si se dan puesto en marcha antes de la época de lluvias y si son suficientes para minimizar los arrastres de tierras.