El Priorat: Un ejemplo de cómo conseguir vinos valorados y recuperar el interés por el viñedo

La Denominación de Origen Priorat ha conseguido revertir la tendencia de abandono de los viñedos y poner en valor su territorio y vinos. Han generado mayor interés tanto entre clientes como entre los propios viticultores por seguir produciendo vino. Conocemos cómo lo han logrado

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El Priorat: Un ejemplo de cómo conseguir vinos valorados y recuperar el interés por el viñedo

Participantes en la jornada sobre viticultura celebrada en Pantón.

El Priorat, en tierras de Tarragona (Cataluña), es hoy uno de los territorios referentes en producción de vino en España. Algunos de los vinos más valorados se producen en viñedos situados en esta Denominación de Origen, como es el caso de los tintos L’Ermita, elaborados por Álvaro Palacios, en los que la botella se sitúa por encima de los 1.000 euros. En los últimos años están además sumando jóvenes viticultores interesados en dar continuidad a los viñedos, mientras otras zonas vitícolas de España se van apagando por la falta de relevo generacional. Pero ¿cuál es su secreto para lograrlo?

Salus Álvarez, enólogo y presidente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Priorat desgranaba algunas claves en una jornada con viticultores celebrada en días pasados en Pantón (Lugo), organizada por el GDR Ribeira Sacra-Courel y que ha contado con la colaboración de la DO Ribeira Sacra, entre otras entidades. Junto a Álvarez, también participaba el reconocido viticultor René Barbier, que ha sido otro de los impulsores de la valorización de este territorio catalán centrado durante muchos años en la producción de vinos tintos que comercializaban principalmente a granel.

Ribeira Sacra y Priorat comparten ciertas similitudes al afrontar retos como la falta de relevo generacional o las dificultades para la mecanización de las tareas en las viñas

Álvarez incidía además en ciertas similitudes entre la Ribeira Sacra y el Priorat catalán, ya que ambos territorios han afrontado retos comunes como la falta de relevo generacional, las dificultades para la mecanización de las tareas vitícolas o incluso la candidatura como Patrimonio de la Humanidad que los dos han presentado.

Desde la Do Ribeira Sacra, su presidente, Antonio Lombardía, reconocía que la DO se encuentra en un momento decisivo para su futuro. Y la opinión es generalizada, tal y como apuntaban buena parte de los viticultores y bodegueros que participaron en la cita. «Estamos en una fase de pensar hacia dónde vamos, estamos aún comenzando el camino», apunta Diego Rodríguez, viticultor y tercera generación al frente de la bodega lucense Don Bernardino, qué fue otro de los relatores de la jornada.

Marcar su propio camino

Al igual que ocurre en la Ribeira Sacra, el Priorat es un territorio vitícola donde introducir la mecanización resulta muy complejo por la propia orografía del terreno, ya que cuentan con pendientes de más del 30%, pequeñas terrazas y una alta densidad de cultivo. Estas características se asociaron durante años a una baja rentabilidad, por lo que los habitantes de esta comarca catalana buscaban otras alternativas laborales ligadas a otros dos motores de la economía como el turismo o la industria y eran muy pocos los que apostaban por quedarse en el territorio y dedicarse a la viticultura. Además, en los años 90 se arrancaron un 20% de las viñas para plantar otros cultivos que ofreciesen producciones más rentables.

En los años 90, en el Priorat se arrancaron un 20% de las viñas para aprovechar la tierra para otros cultivos con producciones ‘más rentables’

Con este contexto, aquellos viticultores que resistían en el territorio comenzaron a trabajar para la valorización de los viñedos. Entre ellos se encontraba el propio Salus o René Barbier, que se implicaron desde el comienzo en la valorización del territorio vitícola. “O somos capaces de tener un gran territorio del que salgan buenos vinos o tendremos unas cuantas grandes bodegas en un territorio mediocre”. Esa fue su reflexión inicial y de ahí comenzaron a trabajar para poner en valor sus viñedos, sus vinos y evitar que continuase el abandono del campo que ya estaban experimentando.

“Teníamos claro que buscábamos un proyecto de pequeña artesanía, no de industria y grandes cantidades, que no seríamos capaces de asumir y al que no veíamos futuro en nuestra comarca”, explica Salus Álvarez. Se posicionaron en el lado opuesto al modelo que predomina en España, donde unas 4.000 bodegas gestionan una de las mayores superficies de viñedo a nivel mundial, a diferencia de lo que ocurre en otras potencias vitícolas como Francia o Italia, con más de 30.000 y cerca de 40.000 bodegas, respectivamente.

Salus Álvarez_DO Priorat_Panton

Salus Álvarez (derecha) durante su participación en la jornada vitícola celebrada en Pantón (Lugo).

Calidad y territorio

Con esta idea de artesanía, la puesta en valor de la zona vitícola se asienta en tres principios: calidad alimentaria, calidad emocional y buscar la identidad del vino frente a la cantidad. “El vino no es necesario para vivir, es un complemento social para un consumidor que busca calidad emocional, un producto lo más sano e identitario posible”, apunta Álvarez.

“Sabíamos que si éramos capaces de defender la identidad de nuestros vinos tendríamos un espacio en el mercado”: Salus Álvarez, presidente de la DO Priorat

Para lograrlo, el territorio y la vinculación de los vinos con él fue una de las claves. “No se entiende una botella sin un viñedo detrás. Los grandes vinos franceses pueden ser muy caros, pero lo realmente caro son las viñas de las que proceden. Sabíamos que si éramos capaces de defender nuestra identidad tendríamos un espacio en el mercado”, apunta Álvarez.

Delimitar y proteger territorio y viñedos

Uno de los pasos para poner en valor su territorio fue conocerlo en profundidad. Para ello en 2003 encargaron a un geógrafo el estudio cartográfico de los terrenos de la comarca. Al mismo tiempo realizaron un recorrido histórico por los mismo para conocer y preservar el origen histórico de sus viñedos.

Delimitaron 12 zonas para la producción de vino y han definido 450 parajes entre los que se incluyen no solo los que tienen viñedos y valor a día de hoy sino los que pueden ser utilizados en un futuro

Esto les ha permitido delimitar 12 zonas municipales para la producción de vino en el Priorat. Han tenido claro que no deben ajustarse a las limitaciones geográfico-políticas establecidas. Así es que ninguna de las 12 zonas para la producción de vino coincide con los 12 términos municipales en los que se incluyen, es decir, la delimitación vitícola no se ajusta a la política.

Con este trabajo definieron además un total de 450 parajes dentro de la DO Priorat. “La mitad de estos parajes no tienen viñedo a día de hoy, pero existen y abren la puerta a que alguien pueda plantar o recuperar las viñas de sus abuelos y puede que incluso estos parajes sean las zonas de producción del futuro”, argumenta Álvarez.

Han elaborado un catálogo de viñas viejas, ya que las consideran otro valor a proteger. Cada año suman viñedos que alcanzan los 75 años

Del mismo modo que han hecho con la tierra, han puesto en valor sus viñedos con la elaboración de un catálogo con aquellas viñas que tienen más de 75 años y al que cada año van incorporándose las que alcanzan esa cifra. Tienen catalogadas 135 hectáreas repartidas en 300 parcelas. “Estas viejas viñas tienen un gran valor y se siguen revalorizando”, reivindica el presidente de la DO catalana.

De manera paralela a la clasificación de los terrenos, también hicieron una apuesta por una viticultura más respetuosa con la biodiversidad. Hoy en día han minimizado el uso de productos de síntesis química y han recuperado prácticas ancestrales en el manejo de la viña que permite un cultivo más sostenible. “Un buen recolector es aquel que hace multiplicar la producción, no solo recolecta”, explica el bodeguero René Barbier su filosofía de trabajo en estos años.

Clasificación de los vinos

En el Priorat han realizado un doble esfuerzo por identificar sus vinos en el mercado. Por una parte todos los vinos que se producen dentro de la demarcación de la DO son vinos de territorio. Luego establecieron una clasificación en base a la procedencia de las uvas y su relevancia en el mercado. Este sistema ofrece una clasificación de sus vinos de manera que el consumidor también pueda identificar las diferencias que se aprecian entre ellos.

Así, aquellos viticultores que elaboran solo con uvas de una de las 12 zonas demarcadas, están elaborando un Vino de Villa. Si este se elabora con viñas de un determinado paraje se cataloga como Vino de Paraje. Si el vino se elabora solo con uvas de una parcela y además consigue que llegue al mercado al menos durante 5 años y con un determinado reconocimiento logra ser clasificado como Viño Viña Clasificada. Si, este vino de viña clasificada se establece durante este tiempo con una puntuación por encima de los 97 puntos y con un valor que supere los 100 euros pasa a se catalogado como Gran Viña Clasificada.

“Si un vino cuesta 5 euros debe ser perfecto, pero si no lo es puede valer 100 euros, siempre que puedas explicar bien por qué. En Francia supieron ver que un gran vino ayuda a vender también el resto de vinos de menor valor que se producen en esa zona”, justifica Barrier la clasificación de los vinos que realizan.

Al mismo tiempo, para la puesta en valor de los vinos en el embotellado emplean un modelo de pirámide de alimentación, seguido en países como Francia, Alemania o Italia. Este modelo basado en el territorio ha permitido a otros países situar los vinos en el mercado del lujo. “Para valorizar los vinos de esta manera se precisa la combinación de un territorio particular, un gran esfuerzo y una capacidad empresarial para situar tu producto en el mercado”, apunta Álvarez.

Pirámide de clasificación dos viños do Priorat.

Pirámide de clasificación de los vinos del Priorat.

El orgullo de ser viticultor

En este proceso de puesta en valor de sus vinos también trabajaron en la transformación del Consejo Regular en un órgano fedatario, que certifica el origen de los vinos sin buscar que todos los vinos producidos en la DO sean iguales. “Si los jóvenes quieren hacer su vino, los consejos reguladores los alejan con sus normas. Mientras, en la DO entendíamos que era otra cosa. Aquí cabe y es necesario todo el mundo. Si proteges el origen estás protegiendo el patrimonio y los vinos”, apunta el bodeguero René Barbier.

“Con el carnet de viticultor conseguimos que se sintiesen orgullosos de serlo, un sentimiento que 10 años antes no se veía entre los viticultores”

 

En este afán por convertir el Consejo Regulador en un órgano de mayor utilidad para los viticultores y al mismo tiempo poner en valor la propia figura del viticultor hicieron un carnet de viticultor, una tarjeta para cada viticultor que los identificaba cada vez que entregaban uva en la bodega. De esta manera ese mismo día el Consejo Regulador tenía disponible toda esa información y al mismo tiempo consiguieron despertar ese sentimiento de orgullo por ser viticultor. “Con el carnet de viticultor conseguimos que se sintiesen orgullosos de serlo, un sentimiento que 10 años antes no se veía entre los viticultores”, recuerda Álvarez.

Hoy en día, consiguieron también generar interés entre los más jóvenes para que apuesten por la viticultura. Cuentan con jóvenes viticultores en el Consejo Regulador. «El factor clave para que la gente joven se quede en el territorio es mantener la ilusión». En villas como Porreras hay 30 jóvenes que apostaron por quedarse en la zona y cada día vienen un centenar de personas a trabajar en la villa, en vez de marcharse hacia las ciudades como aconteció décadas atrás. «Ahora estamos trabajando para conseguir que esa gente no solo venga a trabajar aquí sino que decida vivir aquí», apunta Álvarez.

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