Esperanza Álvarez es catedrática del departamento de Edafología y Química Agrícola de la USC en el Campus Terra de Lugo y conoce bien los suelos gallegos, de los que destaca sus aptitudes para la producción con un manejo racional.
Ella ha llevado a cabo estudios sobre su degradación y recuperación, sobre la contaminación por metales pesados y antibióticos, sobre la toxicidad del aluminio, la fertilidad en suelos agrícolas y forestales y la dinámica de macro y micronutrientes, así como sobre la utilización de materiales bioadsorbentes para la descontaminación tanto de los suelos como del agua.
En los laboratorios de la Escuela Politécnica se realizan análisis para empresas, cooperativas agroganaderas y particulares que ayudan a conocer el estado del suelo para poder corregir de este modo sus carencias y adaptar las dosis de abonado a las necesidades reales de nutrientes de los cultivos.
En los laboratorios de la Escuela Politécnica se realizan análisis de suelos para empresas, cooperativas agroganaderas y particulares
A las puertas de la temporada de abonado de primavera, hablamos con Esperanza para conocer problemas habituales de fertilización de los suelos gallegos y algunos consejos para elevar la productividad de las tierras sin perjudicar el entorno.
– ¿Qué características tienen los suelos agrícolas gallegos?
– Nosotros tenemos suelos ácidos, todos tienen pH bajo, incluso los que están sobre rocas básicas, puesto que tenemos un clima con una precipitación abundante y con mucho lavado. Por eso llegamos a tener sobre rocas básicas suelos ácidos también.
Esa es una característica común y generalizada, aunque en los suelos sobre rocas ácidas (granitos, esquistos de la serie de Vilalba, losas, cuarcitas) el pH es más bajo que los que están sobre rocas básicas (gabros, anfibolitas) o esquistos de la serie de Ordes. En cualquier caso, la mayoría de nuestros suelos necesitan un encalado previo a la fertilización.
– ¿Qué efectos produce esta acidez a nivel agronómico?
– Como dije, todos los suelos gallegos, por naturaleza, son ácidos, pero los de cultivo, dependiendo del tratamiento histórico previo que hayan recibido y de su manejo, unos los tenemos en mejores condiciones que otros. Tenemos un problema de acidez y en estas condiciones el aluminio puede llegar a ser tóxico.
En los suelos de Galicia no ocurre tanto eso porque tenemos mucha materia orgánica y podemos decir que atrapa al aluminio. Por eso en muchos casos este elemento no tiene una toxicidad directa, pero sí que está ocupando sitios en la despensa de suelo formado por la materia orgánica coloidal y las arcillas, donde debería haber nutrientes como calcio, magnesio o potasio y que en el lugar de ellos se sitúa el aluminio, por lo que cuando la planta quiere ir a esa despensa a buscar un nutriente concreto no lo tiene, lo que encuentra es el aluminio.
En muchos suelos donde debería haber nutrientes, hay un elemento tóxico, que es el aluminio
Es decir, en muchos suelos donde debería haber nutrientes, hay un elemento tóxico. Como tenemos mucha materia orgánica y aniones como flúor o sulfato, compleja en este elemento, no solemos tener un problema de toxicidad por absorción de aluminio por las plantas, pero está ocupando el sitio de otros nutrientes. Por lo tanto, el aluminio se considera el principal limitante de la fertilidad de los suelos ácidos.
Pero también a pH ácido, la despensa del suelo (conocida como capacidad de intercambio catiónico) es más pequeña, es decir, algunos coloides tienen poca carga negativa e incluso la pueden tener positiva. En este medio también hay una baja disponibilidad de macronutrientes como N, P, S, a parte de la señalada de Ca, Mg y K, y de un micronutriente como es el molibdeno.
El aluminio se considera el principal limitante de la fertilidad de los suelos ácidos
El fósforo, azufre y el molibdeno quedan retenidos sobre esas cargas positivas que presentan los coloides del suelo a pH ácido, o pueden precipitar con el aluminio. En el caso del nitrógeno, la acidez limita las reacciones de mineralización de la materia orgánica y la nitrificación, responsables de que tengamos un nitrógeno en la forma en que la planta lo puede tomar. Por el contrario algunos micronutrientes, que la planta toma en muy pequeñas cantidades, como Mn, Cu o Zn, pueden estar en concentraciones más elevadas que las que necesita la planta.
Además de las propiedades químicas, la acidez también afecta a las propiedades físicas como a la porosidad del suelo, y a las biológicas, principalmente a la actividad microbiana que es responsable, entre otras, de la mineralización de la materia orgánica y de la nitrificación.
– ¿Cuál es la acidez media que os estáis encontrando en los suelos y cuál la que debería haber?
– En los análisis que hacemos en los suelos de cultivo normalmente ya viene corregida por encalados anteriores, pero aun así nos encontramos casi un 50% de los suelos que analizamos con pH por debajo de 5,5. Hablo de ese nivel porque por arriba de él el aluminio precipita, y así eliminamos el principal problema de los suelos ácidos; por lo tanto se debe encalar para precipitar el aluminio. Un 5,8 de pH ya puede ser adecuado, porque tienes el aluminio precipitado y los nutrientes disponibles.
Si tú quieres lograr una mayor disponibilidad de nutrientes puedes llegar a un valor de pH de 6, pero no es necesario pasar de ahí, porque por arriba lo que haces también es perjudicar la absorción de los micronutrientes, que la mayoría de ellos, excepto el molibdeno, están disponibles a pH ácido y, aunque los cultivos los necesitan en pequeñas cantidades, son también necesarios. Evidentemente, va a depender también de las exigencias de los cultivos.
Un valor de pH que esté entre 5,8 y 6 sería el más recomendable
Si ti te pasas mucho del valor de 6 en el pH y lo llevas hasta 7 o algo más, por ejemplo, que pasa a veces, algunos micronutrientes como el hierro, que es super necesario, no lo puede absorber la planta, porque baja totalmente su solubilidad, y con el manganeso pasa lo mismo.
Pero puede pasar además si elevamos el pH por encima de 7 que el fósforo precipite con el calcio y el aluminio puede solubilizarse de nuevo, por lo que lo que conseguimos en estos casos son efectos perjudiciales y contrarios a lo que nosotros pretendemos con el encalado. Es decir, hay que tener mucho cuidado con no pasarte también por arriba porque se pueden provocar efectos no deseados: una clorosis férrica que es muy visible en las plantas.
Si ti te pasas del valor de 7 en el pH podemos provocar efectos perjudiciales en la absorción de hierro o fósforo
En resumen, un valor de pH que esté entre 5,8 y 6 sería el más recomendable, porque por un lado estaríamos precipitando el aluminio, que es lo que nos estorba, para sacarlo de la despensa y hacer que no sea soluble y que la planta no lo tome y, al mismo tiempo, lograr que todos los nutrientes estén disponibles, tanto los macronutrientes como los micronutrientes, para que la planta los pueda coger cuando los necesite. Ese pH también es muy adecuado para que los microorganismos del suelo realicen sus funciones y para que haya muchas cargas negativas en el suelo, es decir, para que haya una buena despensa.
– ¿Y qué dosis sería necesaria para lograr ese nivel de 5,8-6 de pH?
– La dosis es muy variable, porque los suelos tienen una historia previa y una respuesta diferente dependiendo de su capacidad tampón, y además depende del valor neutralizante y del tamaño de partícula del encalante que se use. Cuando se transformaron montes en praderas allá por los años 80, se hicieron ensayos en el Centro de Investigaciones Agrarias de Mabegondo con distintas dosis de caliza (0,75;1; 1,5;3, 4, 5 y 6 t ha-1) y concluyeron que 3 toneladas por hectárea era una dosis suficiente para situar al aluminio en valores por debajo del crítico para las praderas (<10% en la despensa del suelo) y el efecto del encalado permanecía 7 años después.
Pero ahora en la mayoría de los casos esas dosis no van a ser necesarias porque normalmente hay un encalado previo y ya no partimos de pHs tan ácidos. Aunque hay mucha gente que fertiliza y no encala, hay muchos otros suelos que ya vienen con un pH de entre un 5 y un 5,2 y en esos casos la dosis es mucho menor. Nosotros no la calculamos en función del pH, sino en función del aluminio que haya y el que queremos que quede después de encalar.
Hay que corregir la acidez si quieres plantar especies exigentes o sino buscar cultivos que toleren esa acidez del suelo. Si tú echas centeno te tolera una acidez, si siembras trigo otra y en el caso del maíz una diferente. Dependiendo de los cultivos, los requerimientos de encalado también son unos u otros.
– ¿Cuál sería el mejor momento del año para hacer ese encalado y con qué productos?
– Quizás el mejor momento sea antes de las primeras lluvias del otoño, que en el caso de Galicia coincide con la siembra de las praderas. Encalar un tiempo antes de echar la pradera sería un momento adecuado para hacer un encalado de fondo, que después podrías corregir más tarde si fuese necesario con uno de cobertera, pero el encalado de fondo es el mejor, porque incorporas el producto al suelo mediante el laboreo.
Después habría que dejar un tiempo antes de fertilizar para que no haya pérdida de nutrientes, sobre todo de nitrógeno, porque cuando tu inmediatamente después de encalar echas nitrógeno se crean puntualmente condiciones microalcalinas y con el agua puede dar lugar a que el nitrógeno se volatilice. Debería de pasar mínimo dos semanas entre el encalado y el abonado, pero depende también del encalante que se use, si es de reacción más rápida (óxido de calcio) o más lenta (carbonato cálcico o carbonato cálcico magnésico). Lo que pasa es que muchas veces se echa todo junto para no tener que llevar a cabo dos operaciones, pero se corre el riesgo de perder el nitrógeno del fertilizante. Esto mismo ocurre cuando se añade purín o estiércol al mismo tiempo que el encalado.
Deberían pasar mínimo dos semanas entre el encalado y el abonado
Y en cuanto el producto a utilizar, el encalado en Galicia debería hacerse, por lo general, con caliza magnesiana, porque nosotros tenemos suelos pobres en calcio y en magnesio, aunque por ejemplo en la zona de Melide, que tiene mucho magnesio, ahí no se puede echar caliza magnesiana; de nuevo hay que saber dónde estás y lo que echas.
También hay subprodutos de la industria alimentaria que funcionan muy bien, como por ejemplo la concha de mejillón, siempre y cuando le des un tamaño adecuado, con una granulometría semejante a la de la propia caliza. Con una concha de mejillón triturada y echada con el mismo tamaño de grano que la caliza los resultados obtenidos son muy similares, porque la concha es carbonato cálcico y puede tener también pequeñas cantidades de magnesio. Era algo que ya se hacía tradicionalmente en las zonas costeras de Galicia.
– El Real Decreto de Nutrición Sostenible de Suelos Agrarios obliga hacer analíticas. ¿Qué te parece?
– Cuando abonamos o encalamos lo que no se puede hacer es echar por echar y hacerlo al tun tun porque eso conlleva problemas ambientales importantes pero también un gasto absurdo, desperdiciando fertilizante y provocando o acentuando desequilibrios en el suelo, lo que se traduce en que no haya una mejora en la producción sino todo lo contrario.
Muchas veces la gente fertiliza echando NPK por simple rutina. Es lo que se suele echar en Galicia, pero muchas veces no se ha encalado previamente. Cuando se hace eso estás perdiendo eficiencia en la fertilización, porque el fósforo se retiene fuertemente sobre los componentes de carga positiva que hay en el suelo y que tienen esa carga positiva cuando el pH es ácido, o precipita con el aluminio. Pero si tú encalas cambias el valor del pH y el fósforo estaría disponible para las plantas. Por lo tanto, es muy necesario primero encalar y después corregir las carencias con lo que haga falta, por eso es tan necesaria la analítica.
La gente fertiliza con NPK por simple rutina y nos estamos encontrando suelos con una concentración muy elevada en fósforo
Es como si tú vas al médico y quieres que te recete sin saber antes lo que tienes. Primero hay que hacer un análisis de sangre y las pruebas oportunas; diagnosticar y después medicar. Pues con el suelo pasa lo mismo. E incluso para pacientes con la misma dolencia el tratamiento puede ser diferente. Igual en el suelo, dos suelos ácidos pueden necesitar una dosis de encalado y abonado diferente dependiendo de otras propiedades del propio suelo y del cultivo que vaya a llevar.
A partir de las analíticas es cuando nosotros podemos recomendar. Lo general casi siempre es que hay que encalar, pero no en todos los casos. Hay zonas de agricultura muy intensiva donde ya encalan desde hace tiempo y en las que no es necesario encalar todos los años, porque siempre hay un efecto residual de la cal e igual llega con encalar cada dos o tres años; eso hay que verlo en cada caso concreto.
A lo mejor no tienes que fertilizar todos los años. La sobrefertilización es contraproducente porque provoca desequilibrios en el suelo
Lo mismo pasa con la fertilización. A lo mejor no tienes que echar fertilizantes todos los años. Nos están llegando aquí al laboratorio suelos con una concentración de fósforo muy elevada. Recuerdo algunos trabajos hechos hace unos años en la zona de Ordes, por ejemplo. En algunos sitios hay una sobrefertilización increíble y eso no es bueno, ya no solo por el gasto económico innecesario que supone abonar con fósforo cuando no lo necesitamos, sino que es incluso contraproducente para el propio suelo porque después ese fósforo, dependiendo del pH, te precipita el calcio y tú tienes que tener un equilibrio.
Cuando tienes déficit de algún nutriente o un desequilibrio en el suelo, la calidad de esa cosecha y su valor nutricional no es bueno, porque lo que hiciste fue bloquear la absorción de algún nutriente. Hablando de forrajes, por ejemplo, pudiste tener una cosecha abundante, pero la calidad igual no es la idónea y aunque lo puedas corregir después a nivel de ración para el ganado, mediante la suplementación, supone un gasto que podías haber ahorrado.
Podemos tener forrajes que crecen mucho pero que a lo mejor no tienen magnesio
Podemos tener forrajes que crecen mucho pero que a lo mejor no tienen magnesio, y eso derivar en problemas de tetania en el ganado, que es un desorden metabólico en rumiantes provocado por la falta de magnesio y que se da muchas veces en sistemas de pastoreo. En ocasiones se dan problemas en las explotaciones que no tienen que ver solo con la cantidad que produces, sino con la calidad de lo que produces y que vienen derivados de la nutrición del suelo. Una manera de producir sano y saludable es saber manejar el suelo, porque cuando tú tienes una relación desequilibrada entre calcio y magnesio, porque encalaste con calcio y no echaste magnesio, por ejemplo, igual no se está absorbiendo este último y provocas esa hipomagnesemia o tetania.
Muchos agricultores y ganaderos a veces por inercia echan NPK, no miran la necesidad que hay. Y de lo que se trata es de ajustar cada vez más las dosis de abonado a los requerimientos del suelo y el cultivo, porque se trata de satisfacer la demanda de la planta pero sin dañar al medio ambiente.
– ¿Hay problemas de exceso de nitrógeno en los suelos en Galicia en algunas zonas?
– Nosotros detectamos más problemas de exceso de fósforo. El nitrógeno se suele añadir como nitrato amónico o como una sal amónica o con los purines, pero tiene que pasar a nitrato para que la planta lo pueda absorber. Es decir, tiene que haber una nitrificación (en el caso de los purines primero una mineralización) si las condiciones son adecuadas a nivel de pH, pasando de un amonio a un nitrato, que es como lo toma la planta.
Pero el nitrato es muy móvil, por lo que muchas veces no se encuentra en el suelo, sino que el exceso está ya en el agua. Por lo tanto, no es frecuente encontrar en las analíticas un exceso de nitrógeno en el suelo, pero ese riesgo de contaminación por nitratos sí que existe, muchas veces porque se echa mucho purín y después se abona igual con NPK.
Muchas veces se está fertilizando de más, porque cuando se echa mucho purín a veces no sería necesario después fertilizar con nitrógeno
En el caso del purín o del estiércol, esa materia orgánica se mineraliza y ese amonio pasa a nitrato, que puede ir a muchos sitios: puede ir a la planta, puede ser retenido por los microorganismos del suelo, pero al tratarse de un anión muy móvil, parte se va a las aguas, que es lo que hace que haya problemas en algunas cuencas donde se echa mucho purín. Porque muchas veces se está fertilizando de más, ya que con el purín no sería necesario después fertilizar con nitrógeno y se sigue echando igual. De nuevo, esto va a depender de las exigencias del cultivo, porque es cierto que hay cultivos que demandan mucho nitrógeno y no es suficiente lo que aportan los purines.
Un 40% de los suelos que analizamos tienen contenidos altos o muy altos en fósforo
En el caso del fósforo, sobre un 40% de los suelos que analizamos tienen contenidos altos o muy altos. El exceso que encontramos muchas veces viene de atrás, de adiciones anteriores y no tanto de los purines, que generalmente son pobres en fósforo, pero sí por echar siempre abono mineral con fósforo.
El NPK es muy recurrido en Galicia, pero yo siempre digo para qué quieres echar fósforo o nitrógeno si ya lo tienes en el suelo; mira primero lo que tienes y fertiliza solo si es necesario. Hay veces que solo necesitas potasio y otras veces incluso que en esa campaña no necesitas nada. Echando solo lo necesario habría un ahorro económico y los mismos resultados productivos. Teniendo en cuenta, eso sí, que no son los mismos requerimientos para todos los cultivos: hay especies muy demandantes de fósforo y otras más de nitrógeno. El abonado tiene que ser algo racional, sostenible y adaptado a las necesidades de la planta; lo que no puede ser es echar por echar.