Beneficios de la introducción de especies mejorantes en las praderas

Analizamos con la ayuda de Juan Valladares, del Centro de Investigaciones Agrarias de Mabegondo, las ventajas agronómicas que se producen en los suelos y las mejoras nutricionales de los silos gracias al uso de leguminosas en los cultivos de invierno

Pradeira mixta de raigrás e trevo na Finca de Cartelos, en Carballedo (Lugo), nun ensaio do CIAM.

Pradera mixta de raigrás y trébol en la Finca de Cartelos, en Carballedo (Lugo), en un ensayo del CIAM

El otoño es el momento idóneo para sembrar nuevas praderas o renovar las existentes. Bien sea para pasto o para ensilado, las leguminosas son una buena opción. La implantación suele ser mejor que en primavera, además de coincidir con la rotación habitual en Galicia con el cultivo del maíz.

Este año, después del ensilado del maíz, muchas ganaderías tendrán que variar su estrategia para cumplir con lo exigido en la nueva PAC, lo que supone una oportunidad para mejorar algunas prácticas.

“Dejar la tierra sin cultivar en invierno agronómicamente no es recomendable, habría que sembrar un cultivo de invierno cuando se coseche el maíz. Lo recomendable es introducir un cultivo regenerador y mejorante del suelo y cuando te dedicas a la ganadería lo que hay que introducir son leguminosas”, insiste Juan Valladares, investigador del CIAM.

Cuando te dedicas a la ganadería hay que introducir leguminosas en las praderas

En el Centro de Investigaciones Agrarias de Mabegondo llevan varios años estudiando distintas alternativas para los cultivos de invierno en Galicia, comparando los resultados de las diferentes mezclas de gramíneas y leguminosas.

Juan enumera los beneficios de sembrar especies mejorantes en las praderas desde el punto de vista agronómico (el terreno queda mejor preparado y es más fácil de trabajar; salen menos malas hierbas, por lo que son necesarios menos herbicidas; y se logra un aporte extra de nitrógeno para el siguiente cultivo, que redunda en una mayor producción); pero también desde el punto de vista nutricional, al lograr mayor contenido en proteína en la ración.

De los tréboles hay mucho que estudiar aún y es necesario aprender a trabajar con ellos

Pero con las leguminosas, dice, “es necesario aprender a trabajar con ellas”. En los últimos años el CIAM ha estado realizando ensayos con leguminosas anuales en distintas zonas de Galicia, como en la finca de Mabegondo o en la del Pazo de Cartelos (Carballedo), perteneciente a la Fundación José Luis Taboada, donde se probaron distintas mezclas de tréboles para comprobar su implantación y rendimiento: trébol migueliano, también llamado balansa; trébol resupinatum (persa); trébol maral (trifoliun suaveolens o trébol resupinatum de hoja grande) y trébol encarnado.

“Según en que zonas de Galicia, se dan mejor unos tréboles que otros. El trébol maral, por ejemplo, tiene capacidad de rebrote, pero es tardío, por lo que se implanta mejor en Mazaricos que en zonas del interior”, asegura Juan.

Mezclas de tréboles y gramíneas

Pradeira mixta de raigrás e trevo na Finca de Cartelos, en Carballedo (Lugo), nun ensaio do CIAM

Independientemente de la variedad escogida, el trébol funciona mejor mezclado con una gramínea, que aporta el contenido de azúcares suficiente para una buena conservación del silo. “Además, en los estudios que hicimos vimos que había que introducir un raigrás porque la implantación de los tréboles es lenta; el que mejor funciona es el raigrás híbrido”, explica.

“Si después del maíz siembras solo trébol, como tarda en implantarse, si vienen lluvias se lava el terreno. Mezclado con el raigrás, sin embargo, se evita la escorrentía, porque el raigrás al mes ya tiene el desarrollo suficiente para frenar el efecto de lavado del suelo por la lluvia”, detalla.

Los tréboles funcionan mejor mezclados con raigrás híbrido, porque se evita el lavado del suelo cuando llueve

Además de las diferencias en la implantación, la preparación del terreno debe ser también diferente cuando se siembran solo gramíneas que cuando se aportan mezcladas con leguminosas. “El trébol obliga a preparar mejor el terreno para la siembra y después hay que pasar siempre un rulo. El raigrás, cuando se siembra solo, va creando una especie de fieltro en el suelo que impide la contaminación por piedras y cenizas cuando ensilas la hierba, algo que no sucede en el caso del trébol”, indica.  

Cereal con leguminosa

Mestura de veza, raigrás e avea

Mezcla de veza, raigrás y avena

El CIAM también hizo ensayos con veza, una leguminosa cada vez más frecuente en Galicia tras el maíz en combinación con cereal de invierno. “Se probaron mezclas de veza villosa con tréboles y raigrás. La veza villosa es menos digestible que la sativa, pero la sativa tiende la tumbarse y necesita un cereal (triticale, cebada o avena) como tutor”, indica Juan.

La veza sativa es más digerible que la villosa pero tiende a tumbarse y necesita un cereal (triticale, cebada, avena) como tutor

Junto con la veza, otra de las leguminosas empleadas en las mezclas con cereal es el guisante. “La clave está en la proteína. Se ponen estos cultivos porque vas a un solo corte y logras un contenido proteico más elevado. En raigrás si vas a dos cortes puedes igualar la cantidad de proteína, pero los costes se duplican”, razona.

Labrar sin abonar

De cara a la siembra del cultivo de invierno no es imprescindible abonar las tierras. Es más, puede ser incluso contraproducente. “En los ensayos que realizamos hicimos laboreo y sembramos sin abonar en fondo, aprovechando únicamente los excedentes de la fertilización con purín en el cultivo del maíz (entre 50 y 60 metros cúbicos por hectárea). En el purín una cuarta parte del nitrógeno que aporta quedaría para el año siguiente, porque se corresponde con la mineralización de la materia orgánica. Por la composición habitual del purín en Galicia, unos 25 kg de nitrógeno por hectárea quedan para el siguiente año, que es lo que se necesita para el arranque de las leguminosas. Y no hay que pasarse de 25 kg/ha de nitrógeno porque sinó se perjudica el desarrollo del rizobium”, advierte el investigador del CIAM.

El momento de abonar en cobertera está determinado en función de la temperatura del suelo (entre 8 y 10 grados)

Sería conveniente, eso sí, aplicar una fertilización después en cobertera, de unos 50 kg de nitrógeno por hectárea. “Cuando el cultivo empieza a desarrollarse sería el momento de aplicar esta fertilización con abono químico convencional o incluso purín, pero depositado en el terreno. La leguminosa tiende a crecer cuando la temperatura del suelo está entre 8 y 10 grados. Según las zonas, esto se produce a finales del invierno o comienzos de la primavera; en el interior de Galicia suele coincidir a primeros o mediados de marzo”, ejemplifica. La fecha de abonado marca también el momento de segar, pues habría que cortar dentro de los 40 días posteriores.

Sembrar en octubre o en enero?

Hay ganaderías que optan por retrasar la siembra del cultivo de invierno al mes de enero, para evitar la presencia de malas hierbas, algo que Juan solo recomienda en determinados casos. “La implantación de las leguminosas es lenta y eso hace que si tenemos en el suelo un banco de malas hierbas salgan y se desarrollen antes. Sembrando el cultivo de invierno en enero evitaríamos esta competencia, pero hay que tener en cuenta que las leguminosas en general son bastantes sensibles al frío. El guisante, por ejemplo, es sensible a la humedad excesiva y al frío”, alerta, de ahí que debamos considerarlo.

Las leguminosas son bastante sensibles al frío, por lo que si en la zona hay heladas es preferible no esperar

Por eso, si en la zona hay heladas en enero y febrero, recomienda sembrar el cultivo antes, en otoño, sin esperar a los meses de invierno. “En zonas donde no hay heladas, puedes sembrarlo más tarde, pero en zonas donde hiela es preferible sembrar en otoño, para que cuando vengan las heladas ya esté implantado. La leguminosa cuando nace es extremadamente sensible, a medida que ya tiene 3 hojas aguanta mejor las heladas”, explica.

Un único corte en abril

Las mezclas con leguminosa tardan más en desarrollarse que cuando se siembra solo raigrás. El punto de crecimiento lo marca la temperatura del suelo (por encima de 8-10 grados), que es cuando se activan las bacterias (rizobium) y la planta aprovecha el nitrógeno atmosférico y crece más.

“Las leguminosas se quedan paradas a la espera del buen tiempo. Los tréboles si hay lluvias, frío o encharcamiento no crecen. Con el guisante pasa algo parecido. Son cultivos de implantación lenta y que dependen de la temperatura del suelo para crecer y desarrollar todo su potencial”, indica Juan.

Las leguminosas se quedan paradas a la espera del buen tiempo. Son de implantación lenta y dependen de la temperatura del suelo para crecer

El ensilado, mediante uno solo corte, depende de la zona y de cómo haya venido el tiempo. “El momento de segar es cuando comienza la floración de las leguminosas, que en un año normal podría estar en torno al 15-20 de abril en zonas como Mazaricos, pero en zonas interiores viene un poco más tarde”, explica.

“Si viene mal tiempo y no da crecido tienes que meter nitrógeno extra, mediante abono químico, pero en ese caso no estaríamos aprovechando la función de las leguminosas como fijadoras de nitrógeno ambiental”, dice.

Rendimientos

En los ensayos realizados en Cartelos en el año 2021 con una mezcla de raigrás híbrido y tres tréboles anuales y una fertilización de 60 metros cúbicos de purín por hectárea previos en el cultivo del maíz más un abonado de cobertera con tres dosis diferentes de abono químico en el mes de marzo, se lograron los siguientes rendimientos:

  • Sin abonado en cobertera = 4,7 toneladas de materia seca por hectárea
  • Con 50 kg de nitrógeno por hectárea = 5,8 toneladas de materia seca por hectárea
  • Con 100 kg de nitrógeno por hectárea = 6,3 toneladas de materia seca por hectárea

“Cuanto más abonas más se incrementa el rendimiento, pero habría que ver si compensa desde el punto de vista económico pasar de una determinada cantidad, porque con 50 kg de nitrógeno por hectárea tenemos unos rendimientos superiores a si metes 0 kg pero similares estadísticamente a si metes 100”, argumenta Juan.

Introduciendo trébol mezclado con el raigrás obtienes un 40% más de proteína por hectárea en el forraje e incrementas un 5% la proteína bruta en la ración

Pero además de la cantidad de forraje obtenido, el investigador del CIAM pone el énfasis en la calidad del ensilado. “En una pradera de raigrás solo, con los mismos 50 kg de nitrógeno por hectárea sacas 400 kg de proteína por hectárea, mientras que con la mezcla con leguminosas obtienes 577 kg por hectárea de proteína, un 40% más”, compara.

El porcentaje de incremento depende del nivel de implantación de las leguminosas. “Cuanto mejor se implanten más proteína vas a tener después en el silo, pero hay que tener en cuenta que el raigrás tiene un 6% de proteína frente al 11% de los tréboles. Si vas a más de un corte en el raigrás se incrementaría la proteína, pero los costes de siega, recogida y ensilado también son mayores”, razona.

Mejora en el siguiente cultivo

La ventaja de introducir una leguminosa de invierno es que el suelo queda más abonado y en mejores condiciones para recibir el siguiente cultivo. “Las raíces y la parte aérea no segada quedan en el terreno, se descomponen y aportan nitrógeno. La cantidad se cuantifica entre 40-100 kg de nitrógeno por hectárea dependiendo de la implantación de leguminosa”, explica Juan.

Las leguminosas pueden llegar a fijar en el suelo a mitad del nitrógeno que necesita el maíz

Esa fijación de nitrógeno supone un ahorro considerable en fertilizante, o bien un extra de cosecha, debido al plus de abonado. “El maíz es vicioso en nitrógeno, cuanto más le aportas más crece, y tener ese nitrógeno almacenado en el suelo supone una gran ventaja a nivel de toma de decisiones”, considera.

Por eso, en función de la estrategia que adopte el ganadero (ahorrar en abono o recoger más forraje) se puede variar o no la fertilización del maíz tras el cultivo de invierno con leguminosa.

Con el raigrás solo el terreno queda más compacto y es más difícil de trabajar

Según el tipo de terreno, la disponibilidad de nitrógeno puede ser mayor o menor, pero la dosis recomendada para el maíz puede ser establecida en función de los rendimientos esperados. “En base al rendimiento (proteína) se tienen unas extracciones de nitrógeno u otras. Si espero un rendimiento para el ciclo que he sembrado de 15 toneladas de materia seca por hectárea (7% de proteína), las extracciones serán de 170 kg de nitrógeno por hectárea, por lo que el nitrógeno disponible (en el suelo más el aportado) debe ser superior a esa cantidad”, ejemplifica Juan.

En base a ese cálculo, para hacer una correcta fertilización sería necesario conocer el nitrógeno mineral presente en el suelo al inicio del cultivo y el que se genera por mineralización de la materia orgánica. Este nitrógeno mineral puede ser importante cuando se cultiva previamente una leguminosa o cuando se incorpora al terreno un cultivo como abonado en verde.

“Además, agronómicamente, de cara al laboreo, al introducir leguminosas el terreno queda más mullido, por lo que es más fácil de trabajar”, concluye el investigador del CIAM.

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