La rotación con leguminosas es una práctica realizada en Galicia por algunas ganaderías y que ofrece múltiples ventajas, al poder obtener un forraje de calidad para el ganado, así como por los beneficios que pueden proporcionar estas especies para otras cosechas o incluso para la salud de los suelos.
El aporte de nitrógeno es una de las principales ventajas que asegura escoger leguminosas como cultivos forrajeros, como apuntó el ingeniero agrónomo y ganadero Miguel Fernández Labrada durante su participación en unas jornadas realizadas en la Granja Gayoso, dependiente de la Diputación de Lugo, y en las que se abordaron alternativas forrajeras para las ganaderías de vacuno de leche.
Una de las maneras en las que proporcionar un aporte de nitrógeno a los suelos es emplear las leguminosas como abono verde, es decir, enterrarlas una vez que alcanza su ciclo. “Cultivar una leguminosa para enterrarla va aportar mucho nitrógeno al siguiente cultivo. Por ejemplo el altramuz, así como la alubia pueden fijar 100 o 150 kilos de nitrógeno en el suelo en el período de invierno, de octubre a abril”, explica el ingeniero. Al margen de las leguminosas, como abonos verdes también se suelen emplear crucíferas como los nabos, por su acción bactericida; así como gramíneas que permiten enriquecer los suelos con materia orgánica.
Optar por las leguminosas permite enriquecer los suelos por el aporte de nitrógeno que proporciona y deja disponibles nutrientes para otros cultivos
Por otra parte, la simbiosis que logran las leguminosas con las bacterias rhizobium, que están naturalmente en el suelo, permiten un mayor aprovechamiento del nitrógeno. Como recordaba Fernández Labrada, el nitrógeno es uno de los nutrientes más importantes para el crecimiento de las plantas, más necesario para lograr una buena producción que otros nutrientes como puede ser el potasio o el fósforo, presentes ambos en los fertilizantes complejos más empleados.
Al margen del aporte de nitrógeno que proporcionan, otra de las ventajas del uso de leguminosas es que son especies con raíces profundas, que adquieren nutrientes de las capas más hondas y los acercan a la superficie, de manera que enriquecen la capa superficial para otros cultivos.
Además, las leguminosas protegen de la erosión hídrica y compiten con otras semillas adventicias y consiguen mejorar la actividad biológica del suelo. “Las leguminosas también permiten un aporte de nitrógeno y de otros nutrientes de una manera más paulatina que cuándo se emplean fertilizantes químicos”, destaca.
Recomendaciones para el cultivo de las leguminosas
Algunas de las leguminosas más empleadas por las ganaderías gallegas suelen ser los tréboles (blanco, violeta, encarnado), a veza, alfalfa, así como los guisantes o las alubias, entre otras. Una de las primeras claves a tener en cuenta para el cultivo de estas especies es proporcionar una fertilización adecuada. “El aporte de nitrógeno no está recomendado para las leguminosas, excepto cuando no pueda obtenerlo del aire, es decir en los primeros días después de la siembra o tras una siega”, especifica Fernández Labrada. En estos casos, el ingeniero agrónomo recomienda una aplicación de 30 kilos por hectárea.
También hace falta tener presente que las leguminosas extraen más minerales de los suelos que el raigrás, especialmente Calcio, Magnesio y Fósforo. Una manera de proporcionar estos minerales es empleando purín de vacuno de leche. Sin embargo, debe aportarse antes de la siembra, evitando proporcionar purín en cobertera, ya que el pisado que se precisa para abonar resulta contraproducente para muchas leguminosas, que luego tienen dificultades para continuar creciendo.
Además la aplicación directa del purín sobre las leguminosas tampoco es recomendable, por las características de estas especies. “El propio purín se pega más a las hojas, impidiendo la fotosíntesis y si hace calor y viento puede llegar a crearse un ambiente muy ácido en la hoja y llegar a quemarla”, concreta. Así, de querer aplicar purín a las leguminosas es recomendable hacerlo con llovizna o previsión de lluvias débiles para que el agua lo arrastre hasta el suelo y no quede en la planta.
A la hora de sembrar las leguminosas, se debe hacer de manera semejante a los procedimientos seguidos con otras especies, aunque se recomienda enterrar más aquellas especies que tengan una semilla más grande. Debe enterrarse siempre 1,5 veces el diámetro de la semilla.
En la siega, hay maquinaria que cuenta ya con rodillos pensados para las leguminosas, puesto que los acondicionadores de púas en V, pensados para romper los tallos de las gramíneas como el raigrás, resultan poco adecuados para las leguminosas. “Usando estas V de hierro podemos llegar a perder casi el 7% de la biomasa de alfalfa. Por eso, so sembramos leguminosas puras es aconsejable no apretar casi el acondicionador o segar sin él”, explica.
Obtener silos de leguminosas de calidad
Para conseguir ensilados de calidad con leguminosas es preciso tener en cuenta la capacidad tampón de estas especies, que suele ser alta, por lo que tiende a ser complejo lograr buenos ensilados. La capacidad tampón viene determinada por el contenido de azúcares, por lo que a más azúcares mayor cantidad de ácidos se producirán.
También influye la alta cantidad de proteína que tienen las leguminosas, así como de Calcio y Potasio. “Para mejorar el ensilado se pueden realizar mezclas con gramíneas y aportar ácidos, con conservantes químicos”, recomienda el ingeniero agrónomo.
Otro de los aspectos a tener en cuenta para lograr silo de leguminosas de calidad es el riesgo de proliferación de clostridios, procedentes de la contaminación por tierra. Los clostridios consumen el ácido láctico y las proteínas del silo, pero que además de empeorar la calidad del ensilado suponen una amenaza para la salud de los animales. “El clostridium crece en forrajes muy húmedos y con pH mayores de 4.2, por lo que una acidificación buena es básica”, concreta Fernández Labrada. Al ser la presencia de tierra uno de los contaminantes del clostridios, hace falta trabajar con aperos altos, a más de 6 centímetro del suelo, y contar con prados bien nivelados. También es importante tener las entradas a los silos sin tierra.
La rentabilidad económica de los silos de leguminosas
El impacto económico y en la alimentación de las vacas que proporcionan los silos de hierba es uno de los factores que determina que sean una alternativa por la que apostar en las granjas. Para evaluarlo es preciso prestar atención a cuestiones como la proteína y la energía que proporcionan a los animales y el coste que tiene el cultivo.
La estimación de la ingesta de proteína y energía se calcula con la capacidad de ingestión (FND), de manera que a valores más alto, la vaca se siente saciada antes e ingiere menos kilos de silo al día, con lo que la ingesta de nutrientes es menor. Por otra parte, si el forraje es muy digestible se consigue una mayor cantidad de nutrientes por cada kilo.
Otro dato que será importante tener en cuenta es la fracción de la fibra que la vaca no consigue digerir (FAD), que debe ser lo más baja posible. “Con silos con trébol podemos conseguir muy buenas calidades y en especial con menor cantidad de fibra, de manera que se pueden aportar más kilos en la ración”, apunta el ingeniero agrónomo.
Además de en el aporte nutricional en la ración, los costes de siembra, fertilización y producción marcan la diferencia entre los silos con leguminosas o solo con raigrás. Uno de los gastos más elevados en los silos de leguminosas es la semilla, mientras que se reduce de manera notable el gasto en fertilizantes químicos.
También hay que tener presente que con los silos de leguminosas se consigue una menor producción de materia fresca. “De elegir raigrás a trébol tenemos una diferencia de 3.9 toneladas de materia fresca menos. Esto implica que cada tonelada producida cuesta 16 euros más”, estima el experto. Así, en una ración media en la que se proporcionen 12 kilos de silo de hierba, hacerlo con un silo de leguminosas supondrá 19 céntimos más por vaca y día.
Con la diferencia de calidad que proporcionan las leguminosas el objetivo sería conseguir un ahorro de 435 gramos de pienso, es decir unos 17 euros por tonelada en la fórmula o que la vaca proporcione 0.2 litros más, según los cálculos del ingeniero agrónomo. “En mi opinión, es bastante fácil conseguir esos objetivos. Si la FND es menor y la vaca puede comer más silos, tanto de hierba como de maíz, y depender menos del pienso. A mayores se mejora la digestibilidad y calidad, por lo que también puede conseguirse el aumento en la producción de leche”, valora Fernández Labrada.
Las leguminosas en la nueva PAC
La nueva PAC también tendrá en cuenta a las leguminosas, de manera que en el ecorégimen P3, en el que se aborda la rotación de cultivos con especies mejorantes, se contempla el pago de hasta 85 euros por hectárea por hacer rotación de cultivos en la mitad de la superficie, incluir un 10% de especies mejorantes del cual, por lo menos el 5% deben ser leguminosas. Además de esto, el barbecho no puede suponer más del 20%. Tampoco será obligatorio recoger las leguminosas, ya que el uso para abono verde también está aceptado.
La nueva PAC también contempla ayudas para cultivos protéicos (como la alfalfa, veza, avena o altramuz…). En este caso el pago es de 60 euros por hectárea, pero no se permite emplearlo como abono verde.