Al pie mismo del Camino de Santiago, en el lugar de O Coto, en el límite entre las provincias de A Coruña y de Lugo, se encuentra un edén de plantas medicinales que en primavera luce en todo su esplendor. Dentro, en unas instalaciones que antes eran un viejo establo de vacas y que ahora acogen el almacén, el secadero, el laboratorio y la oficina, Chusa y Carmela preparan con esmero los distintos pedidos. Junto a Anxos constituyen hoy Milhulloa, una cooperativa pionera en el cultivo de hierbas medicinales gallegas que cumple dos décadas innovando y diversificando.
«Empezamos en el 2001 con la idea de afincarnos en el rural y recuperar las plantas medicinales, nos juntamos buscando una alternativa laboral en el medio rural vinculada a nuestra formación», explican Chusa y Carmela, que estudiaron Farmacia y Biología. No había en aquel momento en Galicia ninguna iniciativa produciendo hierbas medicinales. De hecho, cuentan, «no había ni legislación adaptada en Galicia a lo que nosotros íbamos a hacer». Pretendían recuperar la producción en ecológico y homogeneizarla dando una conservación adecuada a esa producción.
Milhulloa fue pionera en la producción de plantas medicinales en Galicia, tanto que la legislación existente no se adaptaba a lo que pretendían, pues no había ninguna iniciativa en ese ámbito
Con ese objetivo construyeron un secadero industrial y comenzaron a cultivar las 10 hectáreas de terreno de las que disponía la familia de Chusa. «Lo primero que hicimos fue un estudio a pie de campo para ver qué especies predominaban aquí y cuales se daban por sí solas en esta zona. El padre de Chusa, Emilio, tenía conocimientos de trabajar la tierra y nos daba consejos, al igual que otros vecinos mayores del pueblo, como Mercedes. Aquello fue reencontrarnos con un pasado y con unos conocimientos que nos ayudaron mucho y actualizarlos con los conocimientos de la formación universitaria que nosotras teníamos», recuerda Carmela.
Pero aquella ilusión con la que arrancaron enseguida se vió enfriada. «Empezamos sembrando 5 hectáreas de plantas medicinales, pero aquello no era rentable porque a las empresas a las que vendíamos la producción la pagaban muy poco», cuenta Chusa. Por eso, en 2003 decidieron cerrar el ciclo, cultivando, deshidrantando y llegando al consumidor final.
Grelos y especias
Las plantas medicinales siguen siendo aún hoy la esencia de Milhulloa. Cultivan hasta 15 variedades diferentes, con la milhenrama como estrella. La emplean para cosmética y en infusiones por su alto poder digestivo. Pero con el paso de los años, a mayores de las plantas medicinales, han ido diversificando también hacia otros productos en busca de la viabilidad y sostenibilidad del proyecto. «Empezamos con las infusiones y luego evolucionamos con las especias y las hortalizas deshidratadas», explican.
Las empresas farmacéuticas y cosméticas para las que producían les pagaban muy poco la producción, por lo que en 2003 decidieron cerrar el ciclo, cultivando, deshidrantando y llegando al consumidor final
De inicio no habían pensado en las hortalizas, sin embargo, acabó siendo el sostén de Milhulloa durante muchos años. «Un amigo nuestro tenía un invernadero lleno de espinacas y aquel año los comercializadores le habían tirado el precio, así que hicimos una prueba deshidratándolas. De ahí pasamos al grelo en el año 2005 y fue todo un exitazo», recuerda Chusa.
Hoy sus grelos deshidratados viajan a distintas partes del mundo, allí donde hay gallegos. El hecho de que una vez secados pesen muy poco es una ventaja frente a las conservas en lata. «Los hemos mandado a Puerto Rico por Correos y nos llegó de vuelta un mensaje super emotivo de agradecimiento», cuentan. Es un producto para el cual hay más demanda que oferta. «No damos atendido, tenemos lista de espera», asegura Chusa.
Para el grelo tenemos más demanda que producción somos capaces de procesar, no damos atendido, incluso tenemos lista de espera
«Materia prima tenemos de más, pero estamos muy limitadas por el proceso artesanal de lavado y deshidratado. El grelo tarda dos días en secar y caben 250 kilos de cada vez. Es todo muy manual, para poder producir más precisaríamos más maquinaria», aclara.
Trabajar en red
«Antes los grelos los echábamos nosotros, pero ahora se los compramos a productores de la zona. Ellos nos hacen el cultivo y nosotros los vamos a recoger para traer ya escogido el producto, porque no nos sirve de cualquier manera. Empleamos las hojas, lo que es la nabiza, que es lo que la gente demanda y lo que es también más fácil de deshidratar», explica Chusa.
Una vez lavadas las nabizas se distribuyen en las bandejas del secadero, que están hechas con red de los barcos del cerco. «Vinieron a enseñarnos a coserlas rederas de Malpica. Las bandejas hechas con red soin un método muy sencillo pero que funciona muy bien porque no pesan y son fáciles de limpiar», indican.
La red es también una metáfora que se puede aplicar a la propia empresa y a su forma de trabajar. «Siempre nos ha gustado trabajar en red, tenemos colaboraciones con mucha gente», dice Carmela. Milhulloa como tal surgió de la suma de voluntades y esa manera de trabajar colaborativa la siguen aplicando a todo cuanto hacen. Del secadero de Milhulloa salen también las algas deshidratadas de A Patrona y se secan los pimientos de Herbón con los que Pimientos Carmucha hace su pimentón. Además de ayudar de este modo a otros proyectos, esta actividad les permite optimizar las instalaciones.
Del secadero de Milhulloa salen los pimientos de Herbón deshidratados con los que Pimientos Carmucha elabora su pimentón
Hace unos años junto a Marta y María, de Granxa Maruxa de Monterroso, montaron Muuhlloa, dedicada a hacer productos de cosmética con la leche de las vacas de Marta y las hierbas aromáticas y aceites esenciales de Milhulloa, y siguen investigando nuevas aplicaciones y utilidades para lo que cultivan. «En nuestros inicios recibimos asesoramiento y ayuda de Rosa Romero, de la Politécnica de Lugo, porque nosotros de lo que era el cultivo de plantas medicinales no teníamos ni idea, y seguimos muy vinculadas aún a la Universidad porque nos gusta mucho probar e investigar», reconoce Chusa. También colaboran con organismos como el CIAM de Mabegondo o el CIF de Lourizán y dan cursos sobre cultivo, transformación y utilidades de las plantas medicinales.
Plantas autóctonas
En el catálogo de productos de Milhulloa hay infusiones relajantes, digestivas, para problemas respiratorios y catarros, para infecciones urinarias e incluso para la resaca. También especias que le dan valor a la cocina y sirven para reducir el uso de condimentos químicos. «Sirven para resaltar el sabor y no tener que usar tanta sal», ejemplifica Chusa.
Cultivan 15 variedades distintas de prantas, con la milhenrama como estrella
El perejil, el romero o el orégano lo cultivan en sus fincas, pero otras especies las importan a través de otra cooperativa. «Nuestra filosofía es tender siempre a productos autóctonos, porque para que un cultivo sea ecológico y sostenible no puede ser de otros hábitats. Lo que se da aquí lo producimos nosotras y lo que no se da aquí lo compramos directamente en el lugar donde se produce. La canela, por ejemplo, aquí no se puede producir, así que la traemos de Sri Lanka e Indonesia», explican.
Lo que se da aquí lo producimos nosotras y lo que no se da aquí lo compramos directamente en el lugar donde se produce
El etiquetado de sus artículos, siempre en gallego, emplea nombres originales que evocan lugares, distintas situaciones o estados de ánimo. Las Herbas da Ulloa son una mezcla de especias como perejil, albahaca, orégano y eneldo; la infusión a base de romero, hibisco, xantal y canela indicada para los problemas urinarios masculinos lleva por nombre Tenor; y la que lleva menta, melisa, caléndula y naranja y genera relax se llama Mamá Dosinda y Avoa Manuela, el nombre a las abuelas de Chusa y Carmela. «Por deformación profesional, poníamos el nombre científico a las plantas en las etiquetas pero eso era frío y distante. Ahora personalizamos los pedidos y con esta infusión, que produce tranquilidad y cuidados, quisimos hacer un homenaje a nuestras madres y abuelas, que siempre nos animaron a seguir adelante y a ser independientes», valora Chusa.
«La única manera de que el rural siga vivo es manteniendo las tiendas en las aldeas»
En estas dos décadas de andadura de Milhulloa sus integrantes han tenido que ir superando obstáculos y dificultades para que el proyecto pudiera seguir la flote. Chusa y Carmela recuerdan agradecidas el apoyo y ayuda desinteresada de muchas personas de su entorno y también el balón de oxígeno económico que les supuso cambiar de entidad financieira. «Estábamos ahogadas por el crédito bancario y se multiplicaban los intereses cada vez que nos retrasábamos en una letra. En el año 2009 fuimos las primeras de Coop57 Galiza, el primer crédito de la cooperativa de servicios financieros fue el nuestro y aquello a nosotras nos dio flexibilidad», indican.
En esos momentos de ahogo económico Milhulloa echó mano de soluciones imaginativas y supo aprovechar su ubicación al lado del Camino de Santiago. «Aprovechamos que pasa el Camino Francés por delante de la puerta y vendíamos refrescos revitalizantes para los peregrinos hechos con milhenrama y menta. Hacíamos una marmita como la de Asterix y Obelix y llegamos a vender 50 litros de brebaje al día», recuerdan con una sonrisa que deja entrever la máscara a la que obliga el coronavirus.
A raíz del confinamiento confeccionaron un kit que permite elaborar en casa productos como una crema, un protector labial o un dentífrico
También este año echaron mano de la imaginación para solventar los problemas que el coronavirus impuso a las actividades de formación que habitualmente impartían las integrantes de Milhulloa. Prepararon un kit específico que permite elaborar en casa productos como una crema calorífica, un protector labial o un dentífrico y un colutorio. «La caja incluye todos los ingredientes y utensilios necesarios y nosotras tutorizamos el aprendizaje vía online», explican.
El comercio electrónico y los envíos a domicilio complementan en la actualidad los canales de venta tradicionales de la cooperativa. «Nunca nos quisimos meter en grandes superficies, solo estamos en las tiendas pequeñas de toda la vida. Nosotras conocemos por el nombre a las personas que venden nuestros productos. Ese trato hace que también los defiendan mejor. A nosotras nos interesa el Km0 y que se mantengan las tiendas de las aldeas y el comercio de proximidad, que está en peligro de extinción. Es la única manera de que el rural siga vivo», opina Chusa.